Maranyosa 12: Trabajo social bajo la niebla (2022) desarrolla las vivencias de Maranyosa, el Dream Team de las trincheras de servicios sociales, un servicio de atención a personas sin hogar de Lleida a través de las vivencias de la autora.
Este libro es un viaje de autoaprendizaje, en el que Alba Pirla reconoce haber aprendido a gestionar la muerte, a trabajar la aceptación, y a no aferrarse a lo que no puede controlar. Es, en definitiva, el nivel premium de sus clases de minchunflim. Alba te sumerge desde el humor absurdo (mi favorito) tanto en su vida familiar como profesional. Un viaje que es a le vez una eterna conversación/confrontación con su alter ego cabrón: #Mimisma, una poligonera con afán de peluquera, una egocéntrica que se aferra a lo que quiere y pelea lo que no le gusta. En ciertos aspectos, este eterno monólogo interior se me asemeja un poco a vivir como Smeagol con Gollum dentro. Que conste que no lo digo desde el desprecio, todo lo contrario, lo expreso con el convencimiento de mi amor y admiración al personaje de Tolkien: si no hubiera sido por Gollum, toda la Tierra Media estaría hablando la lengua negra de Mordor.
Después de tanto tiempo, he podido comprender lo que me escribió Alba en Facebook en 2020 cuando le llegó el Arte del Trabajo Social: “justo el día que he decidido renunciar al trabajo social y dedicarme a la peluquería… llega el libro esperado, decirte que #mimisma te perdona que mi Instagram no tenga buen perfil… – es consciente- dice”. Alba ya llevaba un año desde su “brote” de locura transitoria: “momentos de crisis profesional y de estrés” y estaba tratando, como dice en el prólogo, de “encontrar el equilibro de lo que creo que es el trabajo social, lo que hago, lo que siento y cómo debería ser el trabajo social que realmente me gusta” para, entre otras cosas, hacerse “menos daño a mí misma”. ¡Lo has clavado Alba! Este libro es el ejemplo perfecto de cómo “transmitir el trabajo social desde su esencia”, el trabajo social que amas y por el que abandonaste la peluquería.
¿Y cómo lo hace? De la única forma que, en mi opinión, pueden tratarse los temas serios: desde el humor. Encaja sus mensajes a través del “trabajo social cínico, sí, sin `ele´ que es el que está de moda (clínico) pero esto es para otro capítulo”. La risa lleva a la lágrima y viceversa. Llegar al corazón desde la emoción es el camino más corto al alma humana.
Alba cuestiona la actuación profesional cuando fallan los sistemas y llega a la sempiterna pregunta de las trabajadoras sociales: “A veces pienso que quién demonios somos las trabajadoras sociales par decidir en primera instancia sobre alguien. ¿Y si nos equivocamos?” Esto es tan de trabajo social. Tan vuestro. No veo a otras profesiones replanteándose una y otra vez el poder que tienen sobre sí mismos y sobre las personas atendidas. Ellas, las trabajadoras sociales, siempre están en plan: - ¿Y si hubiera hecho ésto o lo otro? ¿Podría haber actuado de otra forma? ¿Podría haber hecho más? - ¡Joder que Cruz! ¿Cuántas trabajadoras sociales se han roto en este camino? ¿Y por qué cargan con esa responsabilidad sobre sus espaldas? En el fondo, como indica la autora, lo hacen porque el día que dejen de cuestionarse, de emocionarse, de enfadarse ante las situaciones de injusticia, ese día, el trabajo social habrá desaparecido.
Entonces tan sólo quedará ese otro trabajo social que quieren que hagáis: “La gestoría de los pobres”, algo que enerva a Alba y a lo que vuelve una y otra vez en el libro: “cómo compramos lo que nos dicen que es el trabajo social” y sobre todo “cómo nos callamos” sabiendo del peligro que ello conlleva. Un peligro que ya definió su maestra, Silvia Navarro: “hemos dejado atrás nuestra identidad hasta el punto de poder ser devoradas por lo que hemos creado, un monstruo que escapa al dominio de su creador”. Efectivamente. Así funciona siempre el gran Leviatán del que nos habló Hobbes en el Contrato Social: “Non est potestas Super Terram quae Comparetur”[1] Job. 41 . 24.
En fin, no voy a idealizar más de la cuenta que luego me echan la bronca. Es cierto que las trabajadoras sociales no son heroínas. No quiero que Alba, ni ninguna otra, se suba a volar de nuevo en el unicornio arcoíris con la lanza de la justicia social en la mano. Ahora bien, permítanme decir que, si las trabajadoras sociales no son heroínas, los policías, el ejército y los bomberos, tampoco. Lo más paradójico de todo, es que para ellas los héroes de la película son las personas a las que ayudan. La población excluida, los indeseables, los vagos y maleantes. ¡Tócate los pies!
Pero entonces: ¿qué es el trabajo social de Alba? No parece que figure como función específica del trabajo social ir a comprar cartones de vino para que la gente del albergue con alcoholismo crónico tenga un vasito en cada comida durante el confinamiento. O hacer una recolecta de abrigos por whatsapp durante la campaña de frío. O comprar unos zapatos nº 53 para el gigantón de Bubba y tratar de justificarlo luego ante el interventor y, por supuesto- ¡Virgen Santa Mary Richmond! - tampoco parece muy docto abrazar a las usuarias. No se parece mucho al trabajo social teórico de los púlpitos y las revistas científicas, pero -¡qué carajo!- a mí me recuerda mucho al trabajo social que hicieron conmigo y mi familia. Así que Alba, estoy de acuerdo con tu alumno: ¡El trabajo social debería hacerse como el amor! (yo añadiría: "y con mucha más frecuencia” 😉).
Así pues, el trabajo social consiste en arremangarse con la persona atendida y meter la mano dentro de un cubo lleno de lodo, de mierda, miseria y frustración, y encontrar la esperanza perdida. Ellas se mantienen “firmes y vigilantes”. Protección, autonomía, emancipación, acompañamiento. El trabajo social es, por tanto, lo más parecido al Bien con mayúscula, que he tenido la suerte de presenciar en mi vida. Y es que para eso está el trabajo social, “para abrir puertas o ventanas cuando la persona no es capaz de ver más allá de los problemas que la ahogan y bloquean”. Amén.
¿Y cómo la gente no lo ve? Siempre tengo muy presente el artículo que la periodista de El País, Carmen Morán, escribió para la revista Servicios Sociales y Política Social en 2010: “el que no se mueve no sale en la foto[2]”, en el que reflexionaba sobre la dificultad que había en los medios para encajar noticias relacionadas con “los asuntos sociales”. Venía a decir que, sin foto, sin caso, sin humanizar el trabajo que realizáis, no hay titular. O al menos no hay titular que vaya más allá de: “pesadilla en servicios sociales” “le quitan la custodia de sus hijos” “asesinado porque en servicios sociales no detectaron la peligrosidad del asesino a pesar de haber ido hasta en tres ocasiones al centro”. Reduccionismo y sensacionalismo. Queridas, la sociedad necesita saber qué hacéis cada día. Este cliché negativo ha de desaparecer para siempre, y para eso hay que hacer cosas como este libro. Esta es la senda que ya inició Roble con su Tucanes[3], y que ahora continua con Maranyosa. ¡Maldito Robledillo[4]! ¡Este libro lo teníamos que haber publicado desde el Canal de lo social! Necesitamos grandes novelas, obras de teatro, series de televisión de trabajadoras sociales. Hacer un género propio como las películas de abogados o de policías. Cuando os descubran os amarán. No tengo ninguna duda.
Necesitamos la verdad de lo que hacéis, pero: ¿cómo lo hacemos sin romper la legalidad y protegiendo la intimidad de las personas atendidas? Pues disociando y viendo lo que se puede poner de lo que no. Alba lo hace muy bien: habla de Alexandras cuando se refiere a las mujeres que sufren maltrato y enfatiza que las mujeres que llegan a Maranyosa son las más “invisibles, perjudicadas y con más pena acumulada de todo el sistema”. Habla de Bubba, el de las gambas de Forrest Gump, como el temporero gigante que quedó lisiado y abandonado. Y habla de las personas atendidas haciéndolas protagonistas de su historia. Esto, a mi parecer, si que es ser la voz de quienes no tienen voz, como os gusta decir.
He de confesar que en ocasiones me he sentido algo perdido por el hilo argumental. En este tránsito de idas y venidas en el tiempo, uno se siente dando brincos a través de los acontecimientos. Como en Pulp Fiction. Se mezclan historias de personajes que salen en el argumento de manera indirecta y que los presentan al lector para desarrollar su acción mucho después, tal y como hacía García Márquez en Cien años de Soledad. Pero francamente queridas: me importa un bledo. El hilo argumental siempre se mantiene en las peripecias del Dream Team de Maranyosa: ya sea en la campaña de frio, en la intervención con animales o en las locas excursiones, y se solapan con la vida de la propia autora: la pandemia, las vacaciones, la playa o la Riviera Maña. No busques una secuencia ordenada de los hechos por que ¿sabes qué? ¡Ni falta que le hace!
Alba toca tantos temas y tan bien que no quiero hacer spoilers de ningún tipo. Es mejor que quien lea se los encuentre de sopetón descubriendo a sus personajes. Así el impacto es mayor. Como por ejemplo la historia de Enrique, que es para enmarcar. Me encanta este estilo Pirliano. Me recuerda a Jardiel Ponceda, a Amanece que no es poco y al Milagro de P. Tinto: es divertido a la par que profundo. Conecta con lo esencial desde lo emocional, algo con lo que me identifico totalmente. Baste como ejemplo el final del libro con todas las personas atendidas. No diré nada, pero óle por el Dream Team de Maranyosa, y aquí hay que dar al César lo que es del César: trabajadoras sociales, educadores y demás perfiles profesionales, sois un gran equipo “sea en tierra firme o flotando en el mar”. ¡A vuestros pies!
Finalizo con esta frase del libro: “Amigas, en servicios sociales somos efectivas, eficaces, excelentes profesionales con un kilo de humanidad, sumado a una tonelada de ganas de querer mejorar la vida del que sufre demasiado. A veces, sólo a veces, lo conseguimos, aunque los recursos no encajen lo suficiente”. Lo que os decía, el Bien Absoluto. Al terminar la lectura sostengo el libro con ambas manos y mirándolo fijamente siento que me pasa como en la escena en que Stern, el personaje de Steven Spielberg, se da cuenta de lo que representa la lista de Schindler: -“Esta lista es el bien absoluto. Esta lista es la vida. Más allá de sus márgenes se halla el abismo”- En cierta forma es lo mismo que a mí me pasó con el trabajo social: fue la única luz que brillaba en lo más oscuro de mi vida. El trabajo social es el faro que alumbra sobre la niebla. Maranyosa 12: trabajo social antiniebla.
[1] “No hay poder sobre la tierra que pueda comparársele”. Libros de dominio público: ▷ Libro Leviatán en PDF y ePub - Elejandría (elejandria.com) [2]El que no se mueve no sale en la foto (serviciossocialesypoliticasocial.com) [3]DE GALLEGOS, TUCANES Y TRABAJADORES SOCIALES – Alejandro R.R Robledillo Escritor (alejandrorobledillo.com) [4] Con respecto al producto decir que: la historia detrás de la portada es preciosa y que se nota la progresión de la editorial en el cuidado del texto. ¡Enhorabuena!
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