Vuelvo al blog con el último libro de Joaquín Santos Martí: Fronteras de la democracia recientemente publicado por el Canal de lo Social. Me enorgullece enormemente haber sido una de las primeras personas en haber leído el libro y en haber participado en su proceso editorial hasta dar con la obra final. Un libro que no puede venir más al pelo -que no tengo- tras conocerse los datos de un informe internacional que indica que la democracia se estanca o está en declive en los más de 170 países analizados[1].
Que las democracias están en peligro es, hoy por hoy, un hecho.
Fronteras de la democracia reflexiona y se adentra en algunos de los límites que no deben rebasarse si no queremos poner en apuros nuestra forma de organización. Joaquín describe algunas de estas fronteras – sin pretender crear dogma – que amenazan la democracia: el compromiso con una ética democrática, el concepto político de historia, la simplificación, la superación del héroe, el populismo etc.
Y es que es muy fácil culpar a los políticos de todos los males que nos acechan sin tener en cuenta nuestros propios defectos. Si somos demócratas debemos preguntarnos: ¿Qué papel juego en la democracia? ¿Son todos mis comportamientos democráticos? ¿Qué sociedad estamos creando? Parece que la democracia se reduce a ir a votar cada cuatro años y escupir al suelo cada vez que gobiernan nuestros adversarios políticos. Siempre fraccionándonos, siempre polarizándonos, siempre temiendo al contrario y confirmando aquello de que: el infierno son los otros[2]. El asco que lleva al odio es otra frontera de la democracia como bien nos dice Joaquín.
En la actualidad prima lo de: si no eres mi amigo, eres mi enemigo. Un pensamiento totalitariamente contrario a la democracia y cada vez más presente en España (y en el mundo):
Uno de los principales problemas del debate político, de filosofía política, en nuestro país, es que estos términos de nación y patria son utilizados con un contenido profundamente emocional, para separar y determinar exclusiones en la pertenencia, para determinar quién es buen o mal patriota, español, norteamericano, francés, catalán, etc.
Esta conceptualización conduce invariablemente a soluciones antidemocráticas o, cuando menos, autoritarias. (2023 Joaquín Santos)
Pudiera parecer que hoy en día te tienen que dar el carné de buen español, de buen creyente, de gente de bien o de buen votante de izquierdas o de derechas y, en todos los casos, que siempre debe primar una única alternativa:
Hay que sospechar falta de espíritu democrático en todos aquellos que por la vía de los hechos pretendan crear un Estado uniforme, en el que se quiera suprimir la pluralidad de sus miembros, que pretenda construirse sobre una ideología dominante que decida quién es bueno o malo, que se sustente sobre una única religión, etnia o idioma.
Así que es todo un alivio encontrar razonamientos que se alejan del punto de vista excluyente. Un bálsamo al veneno que se va extendiendo poco a poco en nuestra sociedad. Joaquín, saliéndose del molde, propone recuperar aquel espíritu de la transición en el que no sobraba nadie, siempre que se respetara el juego constitucional:
La cultura democrática tiene como fundamento precisamente todo lo contrario, la convivencia exige que no utilicemos al otro como espejo de nuestra grandeza, sino que busquemos al otro para construir conjuntamente, desde el respeto a cada “yo”, una ciudadanía común.
Y aquí es donde encontramos el kit de la cuestión, el eje vertebrador del libro: ¿Cuánto dura la democracia? Pues exactamente lo que la ciudadanía quiera que dure. Y en este punto debemos preguntarnos: ¿Qué hacemos cuando escuchamos comentarios antidemocráticos? Tipo: -“Esto con Franco no pasaba”-, -“si hubiera sido extranjero o gitano seguro que se lo habrían permitido”-, -“ni machista, ni feminista”-, “-yo no soy racista, pero…”-, -“la gente no sabe votar”-, -“hay que derogar la ley contra la violencia de género"-, -“hoy en día a las mujeres no se las puede decir nada”- etc. ¿Cómo actuamos como demócratas ante esa tendencia generalizada? ¿guardando silencio? Entonces estamos de parte del opresor[3].
Soy muy fan de la obra de Joaquín, autor de El cuarto pilar y de El Síndrome Catrina: por qué no sentimos la desigualdad como un problema. Fronteras -que sigue el estilo del síndrome desarrollándose como un ensayo político- es el broche de oro a su trilogía sobre los valores indivisibles y universales: la dignidad humana, la libertad y la igualdad[4].
Lo hace en su estilo dinámico a la par que profundo y es que leer a Joaquín da gusto. Ahora bien, Fronteras es un libro exigente en el sentido de que requiere al lector/a altura intelectual y moral. Hay libros lineales que nos llevan del principio al fin como de una estación a otra. Fronteras no es así. En cada capítulo se plantean más interrogantes, exige una reflexión constante. De hecho, es el propio autor quien nos espolea y nos anima a ello:
Eso es lo que pretendo con estas páginas: proponerte que, en vez de retirarte, harto de lo que se ve y se escucha, enfadado con la decepcionante realidad que nos transmiten los medios y las redes, nos sentemos a analizar lo que nos pasa porque nos va nuestro modo de vida en ello.
Podemos cuestionar la democracia todo lo que queramos y es probable que esté todo hecho una mierda: la crisis de las instituciones, de la clase política, de lo público ante el avance del liberalismo caníbal. De nuestro sentimiento de pertenencia a algo más grande que uno mismo. Puede que todo deba mejorarse, pero sinceramente, sólo hay que echar una mirada al mundo para asegurar que, como ya dijo Winston Churchill, “la democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás”.
En una sociedad en las que cada vez más se traspasan las fronteras de la convivencia democrática es el momento de tomar partido y decidir: ¿eres demócrata? Defiende la democracia.
Me gustaría cerrar, con ese espíritu Labordeta al que Joaquín hace referencia en Fronteras:
[1] Fuente el país: https://elpais.com/internacional/2023-11-02/las-amenazas-a-la-democracia-crecen-en-el-mundo-con-cada-vez-mas-elecciones-y-derechos-en-peligro.html [2] Jean Paul Sartre. A puerta Cerrada (1944). [3] "Si eres neutral en situaciones de injusticia es que has elegido el lado opresor" Desmond Tutu. [4] Tal y como se referencian en la Declaración de Derechos Humanos y en el código deontológico (articulo 7) https://www.cgtrabajosocial.es/codigo_deontologico
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