Esta entrada la firman conjuntamente Óscar Cebolla y Aman Hamoudi del Canal de lo Social.
Escribimos esta entrada, aparte de para atesorar los momentos que hemos vivido en Granada a raíz del cierre del ejercicio Colegial del Colegio Oficial de Trabajo Social de Granada y la presentación del libro del canal: Diez Historias Asombrosas de Trabajadoras Sociales, para dejar sobre la mesa una reflexión que nos ronda por la cabeza tras dejar la ciudad nazarí.
Cuando iniciamos la aventura del Canal de lo Social teníamos claro que los cortos documentales que pudiéramos producir versarían sobre lo que el mundo de “lo social” nos demandara, más allá de lo que nos pueda interesar o preocupar a los creadores del canal. En la medida de lo posible, el canal se mueve allá donde le llaman y hoy nos llegan rumores de cambio y resistencia de mano de las compañeras de Burgos y Granada que nos recuerdan a aquellas mareas del 2013 cuya pleamar queda hoy tan mitigada como las aspiraciones que las motivaron.
Es evidente que los ojos de todas las trabajadoras sociales de servicios sociales se posan en las reivindicaciones de estas compañeras, por lo que el viaje a Granada supuso una oportunidad única de grabarlas y de compartir espacios con ellas. Queremos agradecer a las compañeras de base que nos recibieron: a Pepa, Paqui, Toñi, Miriam, María, Yolanda, Esperanza, Lucía, Romario y en especial a Esther, Luis y Jenn que participaron en la grabación. También a los representantes sindicales, a Manuel Martín (defensor del ciudadano de Granada) y a Mario, un párroco poco convencional. Por supuesto, el inicio de esta aventura no hubiera sido posible sin el Colegio Oficial de Trabajo Social de Granada: Eva (¡gracias Eva!), Rosalía, Marta, Lourdes, Beatriz, Pepa, Miriam, Aída, y por supuesto: Sol, Kica. ¡Nunca lo olvidaremos!
Distrito Norte tiene ocho barrios o barriadas. El Centro de Servicios Sociales de la Zona Norte está ubicado en la calle del Rey Badis, a cinco minutos del centro de Granada. Esta es la distancia entre los turistas y la exclusión. El barrio limita al este con el barrio de Cartuja; al sur, con el barrio de La Paz; al oeste, con el barrio de Almanjáyar uno de los barrios más peligrosos de España tras el Príncipe de Ceuta, las Barranquillas de Vallecas, y las Tres Mil Viviendas de Sevilla.
Una zona que hace años se repobló con las familias gitanas de las cuevas de Sacromonte, y con familias obreras muy humildes. Hoy gran parte de la población es inmigrante. Un hombre se acerca mientras grabamos intentando decirnos algo en español, pero no le entendemos. Se dirige a su mujer y ella le hace de intérprete: -¿Pregunta que si sois de Canal Sur?- No buen hombre, somos de Canal de lo Social.
Los edificios de los barrios destilan un aroma a decadencia, a abandono. Son las calles que no se visitan, son los barrios olvidados de los cuentos de Granada, y es precisamente por ellos que estamos allí. Algunos taxistas nos dicen que no pasan por allí y que es zona negra para el reparto de comida a domicilio. No les suena la dirección y tienen que poner el GPS para llegar a Distrito Norte.
Cuando nos dirigimos al barrio nos alertan: “¡Ojo con pasear mucho las cámaras de un lado a otro! Los vecinos están cansados y no es lugar para estar dando vueltas sin ir acompañados”. En otro viaje el taxista, que durante el trayecto insultó a la mitad de los vehículos que nos encontramos (- ¡No os asustéis que la gente de Graná hablamos así! ¡Como si estuviéramos cabreados y luego ná! -) da la voz de alarma cuando nos vamos acercando al barrio: “Aquí vivía mi cuñao durante muchos años y no tuvo nunca ningún problema. Ahora, hay que andarse con cuidao, es como todo. Mirad: a este otro lado, en Almanjáyar, aquí te venden de todo: ovnis, tanques, todo lo que quieras. ¡La Vín!”
Es otro mundo. Otro mundo que todos evitan. ¿Todos? No. No todas.
Desde fuera, el Centro de Servicios Sociales de Distrito Norte parece una cárcel. Antiguamente fue diseñado para ser un mercado de abastos, y después pasó a ser una comisaría. Las puertas metálicas sólo tienen una rendija por donde antiguamente, miraría el guardián desde dentro para ver a quienes quieren pasar. Las ventanas tienen rejas antibalas. Es como un fortín en medio del barrio.
A pesar de que el personal habló con el equipo directivo del centro, no podemos grabar en el interior, y tampoco podemos hacer espoilers. Simplemente decir que no es un lugar idóneo para ejercer. Es representativo, que en interior del edificio haya un arco de seguridad o detector de metales con un guardia jurado vigilando.
Hay voces discordantes entre las trabajadoras del centro en que ese arco esté ahí: - “¡Yo no soy partidaria de estas cosas! No podemos criminalizar a las personas atendidas”- Pero a la vez muchas reconocen que gracias a ese arco se han evitado verdaderas desgracias: - “Sobre todo en los temas de retirada de custodia de menores". "Alguien llegó a disparar varias veces a las ventanas del centro. Por eso se pusieron las rejas antibalas”. Aquí, en Almanjáyar, no hay medias tintas.
Y luego están los cortes de luz. De treinta días que tiene junio, en 21 días ha habido distintos cortes de luz en distintas zonas. Una señora mayor nos cuenta sus calamidades: "Paquí, me dicen las vecinas: -¿Me terminas de poner la olla que se ha ido la luz y no puedo dar de comer a los niños? ¡Menos mal que yo aún tengo butano!¡Y Endesa nos echa la culpa al resto! Así no se puede vivir. ¿Hasta cuándo?"
Por la sombra de los soportales, esquivando el calor de julio, algunos vecinos andan de un lado a otro. En ese punto nos encontramos entre personajes que parecen sacados de un max mix de luces de bohemia, el Cairo y navajita plateá. Los profesionales se paran con unos vecinos con pinta de narcotraficantes, camiseta abanderado de tirantes y riñonera sospechosa. ¿Vaya pintas no? –“¿Éstos? Estos son cantaores de los buenos. Pero de los buenos, buenos. Raro que no estén por aquí tocando. Antes de la pandemia se reunían frente a la Iglesia a tocar para luego ir a las cuevas con el turista”- El hábito no hace al monje. Pero eso no quita de que algunas calles del barrio manden dos familias, llamémoslas los Capuletos y los Montesco, que manejan inflexibles la vida de las barriadas y de sus habitantes. Allí, la droga, el trapicheo y la mafia manda: - “Ocupan las casas de protección oficial y las venden a familias. Las utilizan como casas francas donde tienen la droga o ponen plantaciones. Las familias tienen que cuidarlas como pago por su deuda, y si la policía los detiene son ellos quien van a la cárcel”- El panorama no es demasiado alentador.
¿Qué se puede hacer desde el trabajo y los servicios sociales? “Reforzar los aspectos positivos de la comunidad. Informarles de sus derechos. Acompañarlos. Asociarlos”. La pobreza es el nido de la violencia.
Desde 2010 se realiza el Proyecto de Intervención Comunitaria Intercultural (Proyecto ICI)[1] del que Marco Marchioni fue asesor e impulsor. Un proyecto que fomenta la interacción y la convivencia en zonas con una diversidad cultural intentando generar una sociedad más cohesionada e integradora. Mas justa, en definitiva. Entre sus trabajadores técnicos, educadores, trabajadoras sociales, hay profesionales de distintas razas y etnias. No es posible integrar -si somos siempre todas del mismo color y del mismo pensamiento uniforme- como suele recalcar la decana del Colegio: Eva Juan Toset.
Una vecina nos asalta: -“¿las trabajadoras sociales? ¡No me cogen el teléfono! Más vale que vinieran por el barrio. Me han dado cita para dentro de un mes”- El mismo tiempo de espera para ir, o para que te llame, el médico. Vivimos los días del desguace de lo público y ese es el verdadero motivo de todo este viaje: el motivo de las reivindicaciones de las compañeras. De la movilización de la estructura y del posicionamiento que debe tomar el trabajo social: ¿Cómo hacer frente a esta situación con recortes constantes y plantillas mermadas? ¿Cómo pedir que no se atrincheren en un centro que no invita a entrar, si apenas pueden salir enterradas entre papeles y burocracia? ¿Cómo reclamar más servicios públicos y el cumplimiento de los derechos si quienes los tienen que implementar están devastados? ¿Cómo tomar la calle en estas circunstancias?
El trabajo social siempre se adapta y a lo largo del tiempo ha dejado constancia de ello. Pero si se tira mucho de la cuerda al final se rompe, y habrá que buscar otras vías, como lo hace el agua de los pozos que los moros crearon en la Alhambra.
Quizá sea cierto que hay que exigir más a los servicios sociales, ya que en el fondo es de los únicos que los vecinos de aquella zona tienen alguna esperanza, porque los demás: ni están ni se los espera, y sin embargo, del trabajo social siempre hay que esperar más. Esa es su grandeza. Esta exigencia comienza con la lucha por la defensa del sistema público de servicios sociales, tal y como las compañeras de distrito norte están haciendo. ¡Sois nuestra punta de lanza! ¡Servicios Sociales no se vende! ¡S.0.S Servicios Sociales!
Comenzamos un nuevo documental. Veremos dónde nos lleva. Dejamos Granada a sabiendas de que al vivir estos días y noches con sus profesionales y con las personas atendidas, nos pasará lo mismo que le pasó hace siglos a Boaddil:
“¿Qué significa todo esto, amigo? – inquirí al moro que me contestó:
Esto que ves es un misterio tan hondo como terrible: has de saber, ¡oh cristiano!, que tus ojos están delante de la corte y del ejército de Boabdil, el último rey de Granada.
Me dices algo que colma mi asombro, más allá de lo que mis ojos ven- le argüí- porque Boabdil y su corte fueren desterrados de Granada cientos de años hace y todos murieron en África.
Eso recogen las crónicas falsas y deficientes de vosotros, los cristianos- me respondió el moro-. Pero has de saber que Boabdil y los guerreros que hicieron el último esfuerzo para defender Granada fueron encerrados en la montaña por magia poderosa, y en la montaña están bajo el conjuro del hechizo que los envuelve” .
Leyendas de la Alhambra. Washington Irving.
Comments